Entre ayer y hoy, hemos comprobado de forma empírica el cumplimiento de algunas de las Leyes de Murphy. Recurrente y más que manido término pero que no pierde vigencia, sobre todo en esta sociedad en la que nos pillamos un cabreo de órdago por un corte de nuestro cómodo suministro de agua mientras, sin ruborizarnos, vemos en las noticias las grandes catástrofes que ocurren en el otro lado del mundo.
Hoy nos sentimos avergonzados. En Birmania las Leyes de Murphy podrían ser las Leyes de un Dios Cruel. En nuestra vida, el azar se dedica a provocar nuestra ira tirando la tostada al suelo del lado de la mantequilla. Qué infierno de vida.
Una vida que está llena de contradicciones que no nos permitimos ver. Porque abriendo muy bien los ojos, es fácil encontrarlas y sentirse, por un momento, entre esos dos mundos, incómodos, muy incómodos. El otro día asistimos a una preciosa boda. Todo el mundo sonreía, lucía sus mejores ropas, pero allí había otras realidades.
El haikú:
El tic tac del corazón
me ata al ruido.
El silencio está muerto

1 comentario:
No tengo nada que añadir, estoy totalmente de acuerdo con el post, vivimos en una sociedad tan acomodada que cualquier minima cosa que nos haga perder esa comodida (como el suministro de agua..jejeje), nos hace enfadarnos de tal manera, que cuando te pones a reflexionarlo...dices...yo cabreada porque no tengo agua para ducharme, cuando hay gente que no tiene agua ni para beber?????
Deberíamos de reflexionar sobre esto y valorar las pequeñas cosas que aunque parecen caidas del cielo, para otras personas no lo son tanto....
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