viernes, 9 de mayo de 2008

Tercera entrega

Beatriz y Abril


Me dediqué durante un tiempo a seguir a Max cuando salía de mi consulta. Así fue como di con ella, su novia. Vivía en un adosado a las afueras de la ciudad. Pasaba tardes enteras, dentro de mi coche, aparcada frente a su casa, midiendo cada uno de sus movimientos. Cuanto más la observaba, más especial me parecía ella y más rastrera me sentía yo, como en aquella canción de Radiohead. I wish I was special, you're so fucking special, but I 'm a creep… Trabajar con tantos enfermos mentales, me estaba convirtiendo en uno de ellos.









De nuestro primer contacto, ella no se dio ni cuenta. Bajaba corriendo las escaleras del parque cargada con una carpeta muy gruesa. Resbaló, con esos taconazos que llevaba, y decenas de folios salieron despedidos hacia ninguna parte. Llovía, y yo, enfundada en un chubasquero discreto, corrí en busca de la hoja que el viento se llevó más lejos. Me la quedé. Subí al coche y me puse a leerla, con la impaciencia de un enfermo que espera los fatídicos resultados. La lluvia se había llevado palabras, qué ladrona, pensé.




La casualidad hizo que aquella tarde lloviera, que ella escogiera esos zapatos negros de corte salón y que el viento me acercara amablemente la que iba a ser la carta más importante de mi vida, una carta que ni siquiera iba dirigida a mí. I’m a creep.



Continuará….




Tu haikú:


La mano

toca la guitarra

pero me acaricia a mí


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