


Comunicación publicitaria y pobreza son temas que últimamente me quitan el sueño, además de mis pesadillas habituales en las que un señor que dice que está muerto, pero que pasaba por allí, se empeña en mirar cómo duermo. A pesar de que le indico amablemente que no me llevo bien con los fenecidos, el tipo se queda allí, sentado a los pies de mi cama y esperando a que me despierte para irse. Pero volvamos al tema que nos ocupa. La relación entre publicidad y pobreza (entendiendo este término como situación de carencias económicas y como consecuancia, sociales) es algo que parece antagónico pero que sin embargo no lo es. Cada día encuentro más ejemplos de esta relación, a mi parecer, muchas veces insostenible si se mira desde una perspectiva ética. Hace un tiempo leí en Flores en al ático una referencia al diseño homeless que me llamó muchísimo la atención. El artilugio es un diseño de un neoyorkino realmente ingenioso que lo ha bautizado como paraSITE.
El engendro consiste en un sistema que aprovecha la salida de aire caliente de las instalaciones de aire acondicionado para convertirse en una especie de saco de dormir donde el indigente puede echarse sus siestas. Se presenta en una práctica bolsita para adaptarse a la vida nómada del homeless.
El nombre ya es suficientemente explícito y peyorativo por las connotaciones que el término respira. Creo que contribuye a mantener en la sociedad la idea de que los pobres son parásitos, vampiros sociales. Quizá, con estos comentarios, esté olvidando el lado práctico del proyecto: la función social que es la que parece que busca. De todas maneras, no deja de ser una limosna más pero de diseño.
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