Y la carta decía así:
“El mundo ha dejado de ser el mismo. La gente sigue caminando por el parque con la misma cadencia, los perros callejeros cruzan las calles inconscientes de su peligro y la leche desnatada sigue sin saber a nada, pero el mundo ahora es diferente. Las cucarachas siguen colándose por debajo de algunas puertas, los pasteles se deshinchan al salir del horno y las muelas siguen doliendo al contacto con el azúcar puro, pero las cosas han cambiado. La vecina del sexto no se ha quitado aún esos zapatos con plataforma que hacen retumbar la casa, los mercados siguen despidiendo hedor a pescado y los niños maleducados no han dejado de patalear por los suelos del centro comercial, pero la vida ya no es igual.
Te he conocido.
Eladio.”
El haikú:
El trago
de agua fría
me dibuja por dentro
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