viernes, 23 de mayo de 2008

Quinta entrega

Beatriz y Eladio

Cuando la poesía salta por la ventana, empiezas a darte cuenta de que las cosas no van bien. Hacía tiempo que el lado poético de la vida de Beatriz había caído desde una altura aproximada de 200 metros, pero, milagrosamente, y gracias a la carta de Eladio, la poesía había vuelto del más allá para sentarse a su lado. No podía dejar de leer la carta, una y otra vez, desde que fue a parar a sus manos. Pasaba los dedos por encima de las palabras, como si tocándolas, pudiera hacerlas aún más suyas. Pero eran de otra. Y esa otra era Abril, otra vez Abril.

Beatriz empezó a preguntarse cómo sería Eladio y, sobre todo, qué relación le unía con la otra. Y llevando su obsesión aún más lejos, decidió seguir espiando a su presa y tirar del hilo hasta dar con el autor de aquella carta que debía haber sido escrita para ella.

Montó guardia en la puerta del trabajo de Abril. Solía cambiar de lugar y unos días se quedaba en el coche y otros paseaba por la zona distraídamente. Ella solía ser puntual por lo que podía controlar sus movimientos sin problemas. Beatriz estaba empezando a abandonar a algunos pacientes pero siempre se daba a sí misma la excusa de que podía permitírselo.

Los días pasaban y Beatriz conocía al milímetro los pasos de su espiada. Pero ni rastro de Eladio. Estaba empezando a desesperarse. A veces sentía miedo de ser descubierta antes de poder conocerlo. Le daba igual perder su relación con Max o incluso su reputación profesional. Ahora, sólo quería conocer al autor de aquella carta que podría haber sido para ella.

Y un día, gracias a la casualidad, Beatriz vio por primera vez a Eladio.
Y no supo qué hacer.





El haikú:





Nos enfadamos

y los cepillos de dientes

se dan la espalda.




No hay comentarios: