Beatriz
Era un paciente especial. No era la primera vez que me pasaba, pero en las sesiones con Max, a veces, me sentía incómoda. Le hacía retroceder en el tiempo para encontrar el origen de sus males y, en cada paso que él daba hacia atrás, yo más me acercaba. Le robaba sus recuerdos, como haciéndolos míos e imaginaba morbosamente cómo los perdía sin remedio. Un buen profesional lo hubiera derivado a un colega, pero yo, ni quería ni podía hacerlo. Y menos ahora que él había conocido a alguien y eso me ponía extremadamente celosa. Desde el punto de vista facultativo, la relación que acababa de empezar era un buen aliciente para su recuperación, pero desde mi punto de vista, tenía que acabar con ella. Y de raíz.
Fran
Mi madre está fatal. Desde que la conozco, me parece mentira que sea psicóloga. El otro día me dijo que estaba pasando por un mal momento… quizás creyó que podría desahogarse conmigo, qué ilusa porque yo no tengo vocación de imbécil. A mí me gusta ir a mi rollo. El otro día vi a Blanca pasando por mi calle. Paseaba con su perro, una rata asquerosa, y ella parpadeó tan lento que creí que, en ese intervalo, podría acercarme, besarla y salir corriendo. De los nervios, me mordí la lengua. Ahora, Blanca sabe a sangre ¿Qué diría mi madre de todo esto?
El haikú:
Pisamos las piedras suaves
de la playa,
mezcla de dolor y placer.
1 comentario:
me ha enganchado la historia de beatriz, la de Max, de Fran.... ¡queremos más!
lo de las piedras es un poco masoquista
si lo miras bien es como lo del agua fría
que a pesar de su estado, al borde de la
congelación, experimentas esa
necesidad imperiosa de meterte para después
poder disfrutar de esa sensación...
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